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lunes, 2 de marzo de 2020

Pescando con caña de bambú: Actividad del camping Rinlo en A Mariña de Lugo


 Recuperando viejas tradiciones en el camping Rinlo Costa (Lugo) pescando con auténtica caña de bambú


Por increíble que parezca, una técnica tan arcaica como pescar con caña de bambú a pulso, atrae la curiosidad y gozo de un grupo de participantes de una actividad lúdica que se organiza en la costa lucense cantábrica en un camping de la coqueta y bella villa marinera de Rinlo. Participamos en la curiosa experiencia, para tomar notas de la satisfacción durante una jornada basada en manejar un simple junco natural entero como herramienta para arrancar peces al mar.


INFORMACIÓN DE LA ACTIVIDAD

Texto y fotografías: José Luis Lago García

Los tiempos en los que se pescaba con caña de bambú suenan casi a la prehistoria, o a un vestigio contemplado en un documental sobre una tribu perdida en una isla del Pacífico. Hoy en día únicamente nos interesa el material más novedoso y ligero, por lo que pescar con una vara natural sería poco menos que una excentricidad propia de alguien fuera de esta época. Incluso, provocaría vergüenza en algunos pescadores el portar tan rudimentario y “pobre” material entre sus manos. 




Lógicamente, en los tiempos actuales existen cientos de posibilidades para que las cañas de bambú no sean más que un recuerdo de otros tiempos, que incluso a veces pueden recordar épocas duras de carestía al no existir otra posibilidad para pescar, o no tener dinero para comprar una caña comercial. Esto no quita que se pueda volver al pasado aunque sea únicamente por unas horas, recreando una especie de memoria histórica de la pesca para revivir las sensaciones de nuestros antecesores de afición, que llevará a nuestra imaginación hasta siglos pretéritos.

  Idea innovadora

En ocasiones las experiencias más simples, recreando costumbres del pasado, pueden ser una escuela en la vida. Incluso, hay ofertas turísticas de pago, basadas en revivir viejas tradiciones, oficios, o actividades antiguas. 




Este es el caso del gallego Pedro del Río (fotos superiores), que por costumbre familiar, pensó que la experiencia de su padre en la pesca con caña a bambú a pulso en su zona de la costa de la mariña lucense podría convertirse en una atractiva y entretenida diversión para los clientes de su camping, ubicado en el pueblo de Rinlo (Lugo) , un encantador lugar de sabor marinero cercano a Ribadeo. Pedro reflexiona sobre su idea: “Lo curioso, es que este tipo de pesca hoy en día se podría definir como innovadora, pues aunque sea una técnica antigua, sorprende a todo el mundo por su carácter exclusivo. Curiosamente, a pesar de ser muy simple, y sobre todo más que económica, no se puede practicar casi en ningún sitio, sino es con una iniciativa como ésta. Todo el mundo puede ir a una tienda de pesca y comprar todo lo que haya, pero esta técnica sino vas a cortar una caña natural, la preparas adecuadamente, además que tengas un sitio para guardar una vara del tamaño de una lanza de una sola pieza, muy pocos te pueden ofrecer la posibilidad de revivir esta modalidad histórica”. 




¿De dónde le viene la pasión por esta técnica? “Cuando era niño iba a pescar con mi padre con la caña de bambú, y ya me apasionaba esta modalidad. Para mí era un juego divertido con el que disfrutaba sacando pescados, y le pedía a mi padre que me llevase siempre que podía. De hecho, él fue de los últimos que practicaba esta modalidad en esta zona, pues el resto de pescadores la fueron abandonando poco a poco al sucumbir a los materiales modernos. ¡La culpa de que dejara su querida caña natural precisamente fue mía!, pues hace como unos seis años le regalé una caña moderna con carrete para que se actualizase. Pese a que de entrada no quería abandonar su caña de siempre, al final sucumbió a la modernidad, pero la verdad que su decisión no fue de un día para otro, lo tuvo que pensar varias veces saliendo con su caña de siempre mientras que la nueva la dejaba en casa”. 

Comenta Pedro incluso con tono de culpabilidad, de ser el responsable que su padre renunciara a su eterna caña de madera de siempre. Su progenitor fue el último vestigio de esta modalidad en su entorno, pero hace apenas unas dos décadas no era tan raro ver grupos de pescadores locales con sus bambú tentando por estas aguas del norte de Lugo a pulso, sin carretes, anillas ni otros complementos, más que el nailon aferrado al puntero de la caña natural con una longitud de más o menos igual que lo que mide la caña.



Sensibilidad natural

Esta costumbre en la zona no se basaba en practicar una modalidad casi gratuita, en cuanto a coste de adquisición, más bien era por sus buenas cualidades, según Pedro nos comenta: “Confiaban mucho en la sensibilidad del puntero final natural del bambú, pues se nota muy bien la picada. De hecho, he tenido participantes que son también pescadores, y se quedan sorprendidos porque la sensación es muy distinta. En esta modalidad no existe carrete que frene el hilo, pues el nailon actúa de modo natural sin roces, y se percibe de manera clara la picada, es una impresión que les gusta mucho a la gente”. Los pescadores más expertos utilizan dos anzuelos, pero en esta actividad con mucha gente sería complicado pues el encarnado es engorroso para los novatos, que a veces ni se defienden ni con un gancho simple.


¡A pescar!

Nos concentran en el camping de Pedro a las diez de la mañana con todos los participantes inscritos en la actividad. Es una oferta que se realiza únicamente en verano, durante julio en los fines de semana, y en agosto se alterna algún día entre semana con los sábados o domingos.






 Me llama la atención la cantidad de gente apuntada, dispuesta a probar las excelencias de la pesca con caña con bambú. Se compone por un variopinto grupo de padres e hijos, y también maduros, pero a todos se les nota ansia por llegar al puesto de pesca. 




Pedro comprueba todas las cañas de bambú y sus aparejos, y el éxito de esta experiencia gratuita es tal, que incluso no hay cañas para todos, por lo que habrá que compartirlas. Ni siquiera pagan el cebo compuesto por varias cajas de coreana, que las pone el establecimiento, aunque para esta modalidad también podría servir la pulga de mar que es un gran cebo, y que por la zona en determinadas temporadas se puede capturar. “A veces nos llama gente que no es cliente en el camping para preguntarnos si pueden ir, aunque no estén hospedados. Por mí no habría problema, pero lamentablemente pocas veces es posible, porque casi siempre están cubiertas las plazas por nuestros propios clientes, al ser una actividad tan exitosa, les tengo que decir que están todas la plazas cubiertas”


Tras dar algunas instrucciones a los aspirantes a pescadores sobre cómo comportarse en las piedras, y el respeto a las tallas inferiores con la consiguiente suelta, emprendemos una ruta de sobre un kilómetro y medio andando entre verdes caminos rurales. 



Dibujamos en este camino una estampa cuando menos curiosa, pues las cañas al ser de una pieza única, elevan su puntero entre tres a seis metros al cielo. Unas ovejas pastando se nos quedan mirando con cara de susto, entre inquietas y temerosas de ver a un grupo de humanos armados con largos palos. 


Pese a que Pedro conoce muchos puntos de pesca, nuestro destino es una zona que en principio es más tranquila, segura y accesible, en torno a una antigua cetárea abandonada de mariscos de Rinlo. Allí, un brazo de piedra forma una especie de piscina natural o canal, que ofrece más protección y aguas más relajadas. 



Además, se abren en principio posibilidades de sacar peces roca que merodean por allí. Al estar compuesto el grupo por edades variopintas, desde niños pequeños, hasta gente madura, es vital por seguridad que el mar esté tranquilo, sea cómodo para la pesca, que no se levanten alturas para unas posibles caídas, y la zona protegida de oleajes y corrientes fuertes, para evitar riesgos.




 Por todos estos factores, Pedro aprueba o aplaza la jornada en base a las previsiones del tiempo y mar del día. “Habitualmente sólo venimos a este lugar, porque ofrece todas las circunstancias para que la jornada discurra con normalidad con un grupo tan numeroso”.


 Llegamos al sitio, y se nota gran ansia de todos por probar estas varas naturales. A algunos se les nota cierta destreza, ya que son repetidores de la experiencia, pero Pedro se tiene que poner las pilas para enseñar a los que solicitan de sus consejos y ayuda, sobre todo a la hora de encarnar la coreana en el anzuelo.





Empiezan a salir las primeras piezas, y la emoción colectiva de quienes ven por primera vez que es posible arrancar un escurridizo pez al fondo, se palpa en el ambiente.




Con la instrucción bien clara de que únicamente se cogerán peces de la medida, se miden o comparan las piezas capturas con un curioso palo que se ajusta a la talla exacta legal de los “farros”, que son los peces que salen en su mayoría. 




Según emergen más piezas, se genera un éxtasis colectivo, incluso con gritos de emoción cuando sale una buena captura, y los móviles de los acompañantes echan humo registrando estas capturas con las cámaras fotográficas de los teléfonos. 






Niños y mayores se mueven de aquí para allá en un frenesí de llenar el cubo de capturas, para comer en fraternidad todos los integrantes al finalizar la jornada los peces fruto de su esfuerzo. 


Mientras se desarrolla la actividad, no hay momento en que desde el mirador superior que está sobre nuestras cabezas los paseantes y curiosos que pasan no dejen de contemplar con asombro este singular grupo de pescadores, que con sus arcaicas herramientas, ¡van sacando peces! 




Pasan unas tres horas, y las fuerzas flojean por el esfuerzo, además el calor ya va apretando, y algunos de los integrantes empiezan a irse anticipadamente. Pero otros, sobre la mitad del grupo inicial, se mantienen con vigor entre las rocas, esperando superar un reto que acaban de experimentar por primera vez. 




El fin de las provisiones de coreanas, tras innumerables lances, y la cercanía a la hora de comer, hace que ya se disuelva la concentración junto al mar y se emprenda el retorno de todos, pese a que algunos de los últimos que quedan del numeroso grupo se les nota en el semblante que aún echarían un ratito más.




Esta simpática pareja granadina tras sudar la gota dura con la caña aprovecha el tramo final de la actividad para refrescarse en las cristalinas y fresquitas aguas del Cantábrico

 Satisfacción general

Esta experiencia no deja indiferente a nadie que la experimenta. “Todo el que la prueba, queda encantado. Casi todos repiten. Primero, porque los novatos quedan sorprendidos de pescar con bambú, algunos no se creían que con un sistema tan rudimentario se puedan sacar peces con tanta regularidad. Es raro el participante que no toque escama en una jornada, que suba un pez arriba, y esto les encanta, aunque haya que devolverlo al mar por su tamaño, ¡disfrutan como niños tanto pequeños como adultos!”




Hay que pensar que muchos de los que van es la primera vez que pescan en su vida. “Otra de las ventajas de esta modalidad es que es muy simple al no requerir lances, uso de carretes, enganches de hilo en las anillas... por lo que cualquier primerizo se desenvuelve de entrada bastante bien, yo de todos modos estoy al lado ayudando y enseñando, y la solidaridad entre los que ya saben con los que nunca han tocado una caña es habitual”. 









Y tras el esfuerzo, llega el reposo del guerrero: “En ocasiones tenemos jornadas muy buenas, tan fructíferas que después de la pesca realizamos una barbacoa para los participantes con las piezas capturadas, y es un complemento que deja un sabor irrepetible a los aprendices de pescadores, el degustar con el sabor de las brasas el fruto fresquísimo de aguantar a pulso la caña unas horas”. 



Hay pescadores de caña y carrete veteranos que disfrutan de esta experiencia con sorpresa: “Casi todos los que prueban, repiten si pueden, incluso si ya eran pescadores, pues es una sensación única el probar la picada con los peces pequeños que hay por aquí”. Incluso hay algunos clientes novatos que debutaron su primer día de pesca en su vida con estos bambús y afición que: “Les gusta tanto, que rápidamente se compran ese mismo día o en los posteriores una caña moderna con carrete para seguir probando suerte. Puedo contar como otra curiosidad que un participante vasco que ya era aficionado y quería llevarse una caña de bambú a su tierra, le gustó tanto que pretendía seguir pescando allí con una de ellas. El problema, claro, es llevarla en un coche, pues al ser una pieza única muy larga, es imposible o bastante complicado. Aún así la sensación que tuvo le causó tanta huella,que me dijo todo entusiasmado que haría todo lo posible cerca de su casa para conseguir una similar”. No le ha coincidido ningún participante en esta jornadas de pesca que hubiera practicado esta modalidad con caña natural.



La caña ideal

Aprovechamos la ocasión para que Pedro no dé algunos consejos de cómo confecciona las cañas por si alguien le hace ilusión prepararse un “equipo rústico”. 


Recoge las cañas de bambú que rodean a los ríos, o áreas húmedas de la zona. Existe la creencia en la zona que la mejor época es en febrero y con luna menguante, por se piensa que durante esa fase lunar las varas tienen más flexibilidad. 


Hay que escoger las cañas más rectas posible, para que no tengan curvaturas. El secado, al contrario de lo que se podría pensar, es mejor que se realice en una zona que no le dé directamente el sol, sino que esté en sombra. Nuestro asesor comenta que el secado debe prolongarse sobre 4 a 5 meses, pero también dependerá de la climatología de la zona y temporada del año, pero hay que contar con varios meses. ¿Son frágiles estas cañas?, Pedro no comenta como: “Es muy raro que se rompa una de estas cañas, salvo que se haga una imprudencia o forzado extremo, como tirar con fuerza de ella como se engancha en el fondo sin que esté recta con el nailon”.

 Un buen consejo es llevar al menos dos unidades, por si acaso rompe, sobre todo al principio de practicar esta modalidad hasta que se le va cogiendo el pulso a este material. En cuanto a la longitud, dependerá del uso, escenario y tipo de pescador. “Selecciono y corto de diferentes medidas, de unos tres metros y medio cuando son para niños, y de unos cinco metros y medio para adultos, pero alguna vez he preparado alguna que otra muy larga, de incluso siete u ocho metros”



Tras atar el hilo en la punta al que se le da varias vueltas pues al ir el puntero de más a menos no se suele soltar, en el otro extremo del nailon de escasos metros se añade el anzuelo y un pequeño plomo para llevar el cebo al fondo ¡Simple y económico!




 Este factor limita mucho la altura desde la que se puede tentar, no puede practicar arriba desde un alto o acantilado, más bien tiene que ser próxima al nivel del agua para que el cebo llegue al fondo sin que sobre mucho hilo, o quede colgando a medias aguas, o sea calcular la escasa distancia de hilo exacta a donde bajará el plomo. Por esto que la profundidad en la que se trabaja tiene que rondar más o menos la longitud del hilo que cuelga, y se tendrán que buscar fondos de que se encuentren a similar altura durante los periodos de subida o bajada de la marea.

 Especies

Al pescar en una zona que no es muy batida, la mayoría de la pescata que se prevé es de especies pequeñas de roca, que se arrimen a las piedras más cercanas. 


La mayoría de los peces que salen son lábridos los llaman “farros” en esta zona gallega, en realidad conocidos científicamente como “symphodus melops”. 


 Se suman a la fiesta dos buenas maragotas, y con suerte en alguna ocasión puede salir algún sargo o pinto, en general se pescan en este pesquero peces de roca, pero el alto porcentaje de las capturas es de estos “farros”, y un buen porcentaje de ellos hay que soltarlos por no llegar a la medida legal.






Las especies que no dan la medida se devolvieron al mar


Con la marea baja aparecieron estos percebes que por supuesto se respetaron para los profesionales que viven de ello además del delito que supondría cogerlos, pero no deja de ser sorprendente y curioso  para los participantes de la actividad ver en vivo este sabroso marisco en su propio entorno natural

jueves, 8 de junio de 2017

Destino: "Pesca de altura en Lanzarote". Pesca&Barcos nº 26 mayo-junio 2011





Pesca de altura en Lanzarote
Un viaje de turismo a Lanzarote es una ocasión irrepetible para probar otras experiencias en la pesca de altura y si la suerte acompaña traer a bordo un gran marlín, túnidos y especies diferentes o casi esquilmadas en nuestros litorales peninsulares.

Texto: José Luis Lago García
Fotografías: “Lanzarote fishing” y autor





Viajar hasta Lanzarote es una oportunidad única para probar la pesca embarcada por uno de los paraísos mundiales de la pesca. Las excusas para no retrasar esta cita ineludible pueden ser el turismo en familia, planteado únicamente como expedición de pesca en solitario o con grupo de amigos, incluso con motivo de un congreso o visita de trabajo. En cualquier opción de ocio y descanso plantarse unos días en la isla de los volcanes supone una estancia inolvidable, y si hay suerte en una salida chárter y se producen grandes capturas, la foto con el trofeo en las manos es sin duda impagable.


Os contamos algunas de las claves de la pesca en esta isla privilegiada gracias a los consejos de un reputado patrón que dirige uno de los barcos más conocidos de este paraje volcánico. Este artículo pretende dar una orientación general de la pesca de altura en Lanzarote sin centrarse en ninguna técnica o especie concreta. De este modo el pescador sabrá escoger la mejor época de cada especie para probar suerte en uno de los últimos edenes de la pesca.




“yates-cooperativa”


Como es lógico, el sufragio en solitario de un servicio individual de chárter está destinado a gente con cartera muy abultada. Pero como un barco parado en puerto es una empresa deficitaria, los yates-charter, o servicios de pesca embarcada de alquiler se tienen que adaptar a otro tipo de clientela-la mayoría de los mortales- que no puedan o quieran realizar desembolsos considerables. De este modo se popularizan las jornadas compartidas, o sea el consenso de varios pescadores para que entre todos se amorticen los gastos de una misma salida. Los miembros participantes no tienen porqué conocerse entre sí, cualquier interesado se puede apuntar. Cuando se cubre un cupo mínimo de solicitantes para una jornada determinada por el patrón de turno, ya se puede organizar una navegación para la búsqueda del gran pez.



Gato por liebre

En la isla de Lanzarote y el resto de las Canarias hay varias ofertas de distintas empresas que ofrecen charter de pesca. No debemos impresionarnos ante el primer folleto que encontremos en el hotel o por cualquier punto turístico. Puede darse el caso de encontrar precios más ajustados, pero lo primero de todo es saber ¿Cuántos pescadores admiten en cada jornada? Es posible que el barco se llene con más pasajeros de los deseables, lo que puede convertir una presunta jornada de pesca en un incómodo encuentro saturado de gente.
Otro factor importante es saber el tipo de pesca que se va a practicar, ya que podemos pensar que vamos a la búsqueda del marlín y en realidad luego limitarse a una pesca de fondo en una roca. Probablemente en esta especialidad de fondo se pescarán más piezas, pero deberíamos conocer exactamente qué tipo de técnica y qué especies y tamaños aproximados nos ofrecen en esa salida. Por tanto, y como buen consejo a nuestros lectores: Preguntar detalladamente al patrón qué tipo de pesca se trata y especies, participantes máximos, precios, servicios ofrecidos a bordo y horarios efectivos de pesca. ¡Qué no te den gato por liebre!





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