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sábado, 2 de enero de 2010

ENTREVISTA A JOSÉ AFONSO, VARIAS VECES CAMPEÓN DEL MUNDO (NÚMERO 72 PESCAMAR DE MARZO 2009)


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En el número 72 de marzo de 2009 se publicó una entrevista que realicé al portugués José Afonso, una leyenda de la pesca con múltiples medallas conseguidas en varios campeonatos del mundo de mar costa. En dicha entrevista se abordan distintos aspectos de la pesca de competición, así como consejos y trucos de este fuera de serie

Os mostramos un fragmento de este artículo



José Alfonso, ‘o rei do surf’

Viajamos hasta Figueira de Foz, en Portugal, para entrevistar a José Alfonso, un mito en nuestro país hermano que ha conseguido nada menos que seis medallas en los nueve mundiales en los que ha participado.

Texto y fotos: José Luis Lago García

Conoceremos con su testimonio aspectos sobre la pesca de competición, trucos del surfcasting y qué diferencias observa en nuestros pescadores de competición respecto a los portugueses.

Nuestro protagonista tiene la pesca enraizada en su familia. Nació en Angola en 1964 cuando este país aún era una colonia portuguesa, y parte de su familia tiene procedencia africana. Durante su niñez vivió en este paraíso natural la afición a la pesca en su hogar: tanto su madre como su padre eran aficionados a la pesca. Desde muy pequeño, como un juego de niños, no paraba de lanzar el anzuelo en un entorno natural de ensueño; capturando peces muy grandes, tanto en río como mar. En las riberas de Angola, el entonces menudo José Alfonso recogía con su caña gigantescos pargos que todos soñaríamos, y especies enormes que marcaron el espíritu de un futuro gran pescador, capaz de localizar el caladero del pez analizando en un vistazo el mar.

LOS PRIMEROS PASOS
El edén africano le dura hasta los ocho años, cuando la familia se traslada de Angola a Portugal, recalando también en otro paraíso de la pesca, el pueblo pesquero de Cascais, ubicado a unos treinta kilómetros de Lisboa. Viviendo de nuevo al lado del mar, José Alfonso encuentra en estos nuevos parajes europeos la continuación del vínculo de la pesca con caña, enfrentándose a otras modalidades y especies distintas. Un nuevo escenario fantástico de pesca, entre los acantilados europeos más introducidos en el Atlántico -el Cabo da Roca- un auténtico fin del mundo. La pasión por la pesca es tal en Cascais que el adolescente José Alfonso faltaba más de un día a la escuela con la excitación de encontrar a la gran lubina o los grandes sargos ocultos entre las altas rocas y acantilados que rodean a este bello pueblo pesquero portugués.

Pronto se adentra en la competición, consiguiendo en un tiempo récord altísimo nivel y títulos. José Alfonso forma con un pequeño grupo de amigos un club que arrasaba en todos los torneos nacionales. Esta cuadrilla, además de sus grandes conocimientos de pesca, y a falta de lo teléfonos móviles que aún no existían en la época, utilizaba walki-talkie en los campeonatos para comunicarse entre ellos y así saber dónde estaba la mejor zona de pesca. Eran temidos y admirados a la vez en todo Portugal.

UN PALMARÉS ENVIDIABLE
Después de su liderato en la difícil competición portuguesa, su debut en un mundial de surfcasting se produjo en 1996 en Irlanda, teniendo 32 años. En el siguiente campeonato de Inglaterra de 1997 tuvo el honor de ser Capitán Nacional de la Selección Portuguesa.

Tras participar en las ediciones de Alemania 1998, Francia 1999, así como en los mundiales de clubes de Francia 1997 y Brasil 1999, por fin llega su primera medalla de bronce en Francia 2001, como miembro de la selección portuguesa.

Su medalla de oro por equipos la consigue en Bélgica de 2002, donde la selección lusa ganó con rotundidad, gracias sobre todo al montaje portugués de surfcasting conocido como “rabeira”. Son chambeles tradicionales de nuestro país vecino que se caracterizan por una longitud lateral de nada menos que unos seis metros, por el que se distribuyen los anzuelos en una larga distancia de uno respecto al otro, entre uno a tres metros de separación. El nudo a la línea principal se realiza únicamente a unos veinte centímetros por encima del plomo, lo que hace que sea necesaria mucha práctica para no provocar inevitables enredos durante el lanzado. Sin embargo, este montaje que para nosotros puede parecer muy lioso, se convierte en infalible utilizándolo en condiciones adecuadas, como con un poco de viento que sople en la misma dirección de la corriente.

(Continuación del texto en la revista)


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