Recuperando viejas tradiciones en el camping Rinlo Costa (Lugo) pescando con auténtica caña de bambú
Por increíble que parezca, una técnica tan arcaica como pescar con caña de bambú a pulso, atrae la curiosidad y gozo de un grupo de participantes de una actividad lúdica que se organiza en la costa lucense cantábrica en un camping de la coqueta y bella villa marinera de Rinlo. Participamos en la curiosa experiencia, para tomar notas de la satisfacción durante una jornada basada en manejar un simple junco natural entero como herramienta para arrancar peces al mar.
Texto y fotografías: José Luis Lago
García
Los tiempos en los que se pescaba con
caña de bambú suenan casi a la prehistoria, o a un vestigio
contemplado en un documental sobre una tribu perdida en una isla del
Pacífico. Hoy en día únicamente nos interesa el material más
novedoso y ligero, por lo que pescar con una vara natural sería poco
menos que una excentricidad propia de alguien fuera de esta época.
Incluso, provocaría vergüenza en algunos pescadores el portar tan
rudimentario y “pobre” material entre sus manos.
Lógicamente, en
los tiempos actuales existen cientos de posibilidades para que las
cañas de bambú no sean más que un recuerdo de otros tiempos, que
incluso a veces pueden recordar épocas duras de carestía al no
existir otra posibilidad para pescar, o no tener dinero para comprar
una caña comercial. Esto no quita que se pueda volver al pasado
aunque sea únicamente por unas horas, recreando una especie de
memoria histórica de la pesca para revivir las sensaciones de
nuestros antecesores de afición, que llevará a nuestra imaginación
hasta siglos pretéritos.
Idea innovadora
En ocasiones las
experiencias más simples, recreando costumbres del pasado, pueden
ser una escuela en la vida. Incluso, hay ofertas turísticas de pago,
basadas en revivir viejas tradiciones, oficios, o actividades
antiguas.
Este es el caso del gallego Pedro del Río (fotos superiores), que por costumbre familiar, pensó que la experiencia de su padre en la pesca con caña a bambú a pulso en su zona de la costa de la mariña lucense podría convertirse en una atractiva y entretenida diversión para los clientes de su camping, ubicado en el pueblo de Rinlo (Lugo) , un encantador lugar de sabor marinero cercano a Ribadeo. Pedro reflexiona sobre su idea: “Lo curioso, es que este tipo de pesca hoy en día se podría definir como innovadora, pues aunque sea una técnica antigua, sorprende a todo el mundo por su carácter exclusivo. Curiosamente, a pesar de ser muy simple, y sobre todo más que económica, no se puede practicar casi en ningún sitio, sino es con una iniciativa como ésta. Todo el mundo puede ir a una tienda de pesca y comprar todo lo que haya, pero esta técnica sino vas a cortar una caña natural, la preparas adecuadamente, además que tengas un sitio para guardar una vara del tamaño de una lanza de una sola pieza, muy pocos te pueden ofrecer la posibilidad de revivir esta modalidad histórica”.
¿De dónde le viene la pasión por esta técnica? “Cuando
era niño iba a pescar con mi padre con la caña de bambú, y ya me
apasionaba esta modalidad. Para mí era un juego divertido con el que
disfrutaba sacando pescados, y le pedía a mi padre que me llevase
siempre que podía. De hecho, él fue de los últimos que practicaba
esta modalidad en esta zona, pues el resto de pescadores la fueron
abandonando poco a poco al sucumbir a los materiales modernos. ¡La
culpa de que dejara su querida caña natural precisamente fue mía!,
pues hace como unos seis años le regalé una caña moderna con
carrete para que se actualizase. Pese a que de entrada no quería
abandonar su caña de siempre, al final sucumbió a la modernidad,
pero la verdad que su decisión no fue de un día para otro, lo tuvo
que pensar varias veces saliendo con su caña de siempre mientras que
la nueva la dejaba en casa”.
Comenta Pedro incluso con tono de
culpabilidad, de ser el responsable que su padre renunciara a su
eterna caña de madera de siempre. Su progenitor fue el último
vestigio de esta modalidad en su entorno, pero hace apenas unas dos
décadas no era tan raro ver grupos de pescadores locales con sus
bambú tentando por estas aguas del norte de Lugo a pulso, sin
carretes, anillas ni otros complementos, más que el nailon aferrado
al puntero de la caña natural con una longitud de más o menos igual
que lo que mide la caña.
Sensibilidad natural
Esta costumbre en la zona no
se basaba en practicar una modalidad casi gratuita, en cuanto a coste
de adquisición, más bien era por sus buenas cualidades, según
Pedro nos comenta: “Confiaban mucho en la sensibilidad del
puntero final natural del bambú, pues se nota muy bien la picada. De
hecho, he tenido participantes que son también pescadores, y se
quedan sorprendidos porque la sensación es muy distinta. En esta
modalidad no existe carrete que frene el hilo, pues el nailon actúa
de modo natural sin roces, y se percibe de manera clara la picada, es
una impresión que les gusta mucho a la gente”. Los
pescadores más expertos utilizan dos anzuelos, pero en esta
actividad con mucha gente sería complicado pues el encarnado es
engorroso para los novatos, que a veces ni se defienden ni con un
gancho simple.
¡A pescar!
¡A pescar!
Nos concentran en el camping de Pedro a
las diez de la mañana con todos los participantes inscritos en la
actividad. Es una oferta que se realiza únicamente en verano,
durante julio en los fines de semana, y en agosto se alterna algún
día entre semana con los sábados o domingos.
Me llama la atención
la cantidad de gente apuntada, dispuesta a probar las excelencias de
la pesca con caña con bambú. Se compone por un variopinto grupo de
padres e hijos, y también maduros, pero a todos se les nota ansia
por llegar al puesto de pesca.
Pedro comprueba todas las cañas de
bambú y sus aparejos, y el éxito de esta experiencia gratuita es
tal, que incluso no hay cañas para todos, por lo que habrá que
compartirlas. Ni siquiera pagan el cebo compuesto por varias cajas de
coreana, que las pone el establecimiento, aunque para esta modalidad
también podría servir la pulga de mar que es un gran cebo, y que
por la zona en determinadas temporadas se puede capturar. “A
veces nos llama gente que no es cliente en el camping para
preguntarnos si pueden ir, aunque no estén hospedados. Por mí no
habría problema, pero lamentablemente pocas veces es posible, porque
casi siempre están cubiertas las plazas por nuestros propios
clientes, al ser una actividad tan exitosa, les tengo que decir que
están todas la plazas cubiertas”.
Tras dar algunas
instrucciones a los aspirantes a pescadores sobre cómo comportarse
en las piedras, y el respeto a las tallas inferiores con la
consiguiente suelta, emprendemos una ruta de sobre un kilómetro y
medio andando entre verdes caminos rurales.
Dibujamos en este camino
una estampa cuando menos curiosa, pues las cañas al ser de una pieza
única, elevan su puntero entre tres a seis metros al cielo. Unas
ovejas pastando se nos quedan mirando con cara de susto, entre
inquietas y temerosas de ver a un grupo de humanos armados con largos
palos.
Pese a que Pedro conoce muchos puntos de pesca, nuestro destino es una zona que en principio es más tranquila, segura y accesible, en torno a una antigua cetárea abandonada de mariscos de Rinlo. Allí, un brazo de piedra forma una especie de piscina natural o canal, que ofrece más protección y aguas más relajadas.
Además,
se abren en principio posibilidades de sacar peces roca que merodean
por allí. Al estar compuesto el grupo por edades variopintas, desde
niños pequeños, hasta gente madura, es vital por seguridad que el
mar esté tranquilo, sea cómodo para la pesca, que no se levanten
alturas para unas posibles caídas, y la zona protegida de oleajes y
corrientes fuertes, para evitar riesgos.
Por todos estos factores,
Pedro aprueba o aplaza la jornada en base a las previsiones del
tiempo y mar del día. “Habitualmente sólo venimos a este
lugar, porque ofrece todas las circunstancias para que la jornada
discurra con normalidad con un grupo tan numeroso”.
Llegamos al
sitio, y se nota gran ansia de todos por probar estas varas
naturales. A algunos se les nota cierta destreza, ya que son
repetidores de la experiencia, pero Pedro se tiene que poner las
pilas para enseñar a los que solicitan de sus consejos y ayuda,
sobre todo a la hora de encarnar la coreana en el anzuelo.
Empiezan a
salir las primeras piezas, y la emoción colectiva de quienes ven por
primera vez que es posible arrancar un escurridizo pez al fondo, se
palpa en el ambiente.
Con la instrucción bien clara de que únicamente se cogerán peces de la medida, se miden o comparan las piezas capturas con un curioso palo que se ajusta a la talla exacta legal de los “farros”, que son los peces que salen en su mayoría.
Según emergen más piezas, se genera un éxtasis colectivo, incluso
con gritos de emoción cuando sale una buena captura, y los móviles
de los acompañantes echan humo registrando estas capturas con las
cámaras fotográficas de los teléfonos.
Niños y mayores se mueven de aquí para allá en un frenesí de llenar el cubo de capturas, para comer en fraternidad todos los integrantes al finalizar la jornada los peces fruto de su esfuerzo.
Mientras se desarrolla la
actividad, no hay momento en que desde el mirador superior que está
sobre nuestras cabezas los paseantes y curiosos que pasan no dejen de
contemplar con asombro este singular grupo de pescadores, que con sus
arcaicas herramientas, ¡van sacando peces!
Pasan unas tres horas, y
las fuerzas flojean por el esfuerzo, además el calor ya va
apretando, y algunos de los integrantes empiezan a irse
anticipadamente. Pero otros, sobre la mitad del grupo inicial, se
mantienen con vigor entre las rocas, esperando superar un reto que
acaban de experimentar por primera vez.
El fin de las provisiones de
coreanas, tras innumerables lances, y la cercanía a la hora de
comer, hace que ya se disuelva la concentración junto al mar y se
emprenda el retorno de todos, pese a que algunos de los últimos que
quedan del numeroso grupo se les nota en el semblante que aún
echarían un ratito más.
Esta simpática pareja granadina tras sudar la gota dura con la caña aprovecha el tramo final de la actividad para refrescarse en las cristalinas y fresquitas aguas del Cantábrico
Satisfacción general
Esta experiencia no deja indiferente a
nadie que la experimenta. “Todo el que la prueba, queda
encantado. Casi todos repiten. Primero, porque los novatos quedan
sorprendidos de pescar con bambú, algunos no se creían que con un
sistema tan rudimentario se puedan sacar peces con tanta regularidad.
Es raro el participante que no toque escama en una jornada, que suba
un pez arriba, y esto les encanta, aunque haya que devolverlo al mar
por su tamaño, ¡disfrutan como niños tanto pequeños como
adultos!”.
Hay que pensar que muchos de los que van es la
primera vez que pescan en su vida. “Otra de las ventajas de esta
modalidad es que es muy simple al no requerir lances, uso de
carretes, enganches de hilo en las anillas... por lo que cualquier
primerizo se desenvuelve de entrada bastante bien, yo de todos modos
estoy al lado ayudando y enseñando, y la solidaridad entre los que
ya saben con los que nunca han tocado una caña es habitual”.
Y tras el esfuerzo, llega el reposo del guerrero: “En ocasiones tenemos jornadas muy buenas, tan fructíferas que después de la pesca realizamos una barbacoa para los participantes con las piezas capturadas, y es un complemento que deja un sabor irrepetible a los aprendices de pescadores, el degustar con el sabor de las brasas el fruto fresquísimo de aguantar a pulso la caña unas horas”.
Y tras el esfuerzo, llega el reposo del guerrero: “En ocasiones tenemos jornadas muy buenas, tan fructíferas que después de la pesca realizamos una barbacoa para los participantes con las piezas capturadas, y es un complemento que deja un sabor irrepetible a los aprendices de pescadores, el degustar con el sabor de las brasas el fruto fresquísimo de aguantar a pulso la caña unas horas”.
Hay pescadores de caña y carrete veteranos que
disfrutan de esta experiencia con sorpresa: “Casi todos los que
prueban, repiten si pueden, incluso si ya eran pescadores, pues es
una sensación única el probar la picada con los peces pequeños que
hay por aquí”. Incluso hay algunos clientes novatos que
debutaron su primer día de pesca en su vida con estos bambús y
afición que: “Les gusta tanto, que rápidamente se compran ese
mismo día o en los posteriores una caña moderna con carrete para
seguir probando suerte. Puedo contar como otra curiosidad que un
participante vasco que ya era aficionado y quería llevarse una caña
de bambú a su tierra, le gustó tanto que pretendía seguir pescando
allí con una de ellas. El problema, claro, es llevarla en un coche,
pues al ser una pieza única muy larga, es imposible o bastante
complicado. Aún así la sensación que tuvo le causó tanta
huella,que me dijo todo entusiasmado que haría todo lo posible cerca
de su casa para conseguir una similar”. No le ha coincidido
ningún participante en esta jornadas de pesca que hubiera practicado
esta modalidad con caña natural.
La caña ideal
Aprovechamos la ocasión para que Pedro
no dé algunos consejos de cómo confecciona las cañas por si
alguien le hace ilusión prepararse un “equipo rústico”.
Recoge
las cañas de bambú que rodean a los ríos, o áreas húmedas de la
zona. Existe la creencia en la zona que la mejor época es en febrero
y con luna menguante, por se piensa que durante esa fase lunar las
varas tienen más flexibilidad.
Hay que escoger las cañas más
rectas posible, para que no tengan curvaturas. El secado, al
contrario de lo que se podría pensar, es mejor que se realice en una
zona que no le dé directamente el sol, sino que esté en sombra.
Nuestro asesor comenta que el secado debe prolongarse sobre 4 a 5
meses, pero también dependerá de la climatología de la zona y
temporada del año, pero hay que contar con varios meses. ¿Son
frágiles estas cañas?, Pedro no comenta como: “Es muy raro que
se rompa una de estas cañas, salvo que se haga una imprudencia o
forzado extremo, como tirar con fuerza de ella como se engancha en el
fondo sin que esté recta con el nailon”.
Un buen consejo es
llevar al menos dos unidades, por si acaso rompe, sobre todo al
principio de practicar esta modalidad hasta que se le va cogiendo el
pulso a este material. En cuanto a la longitud, dependerá del uso,
escenario y tipo de pescador. “Selecciono y corto de diferentes
medidas, de unos tres metros y medio cuando son para niños, y de
unos cinco metros y medio para adultos, pero alguna vez he preparado
alguna que otra muy larga, de incluso siete u ocho metros”.
Tras atar el hilo en la punta al que se le da varias vueltas pues al
ir el puntero de más a menos no se suele soltar, en el otro extremo
del nailon de escasos metros se añade el anzuelo y un pequeño plomo
para llevar el cebo al fondo ¡Simple y económico!
Este factor
limita mucho la altura desde la que se puede tentar, no puede
practicar arriba desde un alto o acantilado, más bien tiene que ser
próxima al nivel del agua para que el cebo llegue al fondo sin que
sobre mucho hilo, o quede colgando a medias aguas, o sea calcular la
escasa distancia de hilo exacta a donde bajará el plomo. Por esto
que la profundidad en la que se trabaja tiene que rondar más o menos
la longitud del hilo que cuelga, y se tendrán que buscar fondos de
que se encuentren a similar altura durante los periodos de subida o
bajada de la marea.
Especies
Al pescar en una zona que no es muy
batida, la mayoría de la pescata que se prevé es de especies
pequeñas de roca, que se arrimen a las piedras más cercanas.
La mayoría de los peces que salen son lábridos los llaman “farros” en esta zona gallega, en realidad conocidos científicamente como “symphodus melops”.
Se suman a la fiesta dos buenas maragotas, y con suerte en alguna ocasión puede salir algún sargo o pinto, en general se pescan en este pesquero peces de roca, pero el alto porcentaje de las capturas es de estos “farros”, y un buen porcentaje de ellos hay que soltarlos por no llegar a la medida legal.
Las especies que no dan la medida se devolvieron al mar
Con la marea baja aparecieron estos percebes que por supuesto se respetaron para los profesionales que viven de ello además del delito que supondría cogerlos, pero no deja de ser sorprendente y curioso para los participantes de la actividad ver en vivo este sabroso marisco en su propio entorno natural